Las personas son como los libros: Algunos con portadas llamativas pero contenidos vacíos; otros con portadas decaidas, simples, feas y maltratadas pero, con letras perfectamente dispuestas de tal manera que el contenido es magistral. También hay libros sencillos pero profundos y maravillosos; otros tan complicados que pocos pueden leerlos y menos aún entenderlos, los que son revistas y los que no llegan ni a página.
Existen uno que otro con títulos llamativos y algunos con páginas en blanco; aquellos que ya el tiempo y las malas manos han destruido y acabado, y los que sus dueños han cuidado evitando el paso cruento del tiempo y sus dolorosos derrames de tinta y páginas rasgadas. Hay los que cuentan historias apasionantes y aquellos que llevan las cicatrices en sus hojas, lomos y portadas de haberlas vivido. Sin olvidar aquellos que te apasionan, mientras otros te hacen perder el interés por su falta de coherencia. Los hay con muchos errores incluso los bien editados y los correctamente escritos, pulcros y sensatos.
Hay libros que se te quedan para siempre en la cabeza y otros que nunca leerás. Están los que conoces por golpes de suerte y aquellos recomendados. Las personas definitivamente son como los libros: hay aquellos que te cultivan como persona y los que sólo sirven de ocio y sin olvidar los que te destruyen. Los amados y los odiados. Aquellos libros que son recordados para toda la vida y en especial esos que definitivamente no merecen ser recordados nunca.